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26 mar 2013

EL PAPA LLAMO A UN CURA QUE VIVE EN SALTA


De un lado, el Papa Francisco en el Vaticano; del otro, el curita Pezet en la parroquia Santa Rita, de Rosario de Lerma. Se conocen desde hace mucho tiempo. Los une la fe y un milagro poco conocido.
“Hola, soy Jorge, ¿cómo estás?” fueron las primeras palabras de una breve conversación que el Papa Francisco mantuvo en la tarde de ayer con el cura Alejandro Pezet de la parroquia Santa Rita de Casia de Rosario de Lerma. “Su eminencia, como te va. Gracias por lo que estás haciendo”, respondió del otro lado del celular el sacerdote, radicado en Salta desde hace algunos años.
Sin prejuicios y fiel a su insoslayable sencillez, el papa Francisco le contestó: “Yo no ¡Lo que me hicieron hacer! Mandá mis saludos a tu gente de Salta; deciles que el Papa los bendice, hacelos que recen por mí. No dejen de rezar”.
Estas palabras surgen de la cálida comunicación mantenida ayer, poco después del mediodía, entre Pezet y el Santo Padre, que lo llamó desde el Vaticano, sin secretarios ni protocolo de por medio. Visiblemente emocionado, el cura se comunicó con los fieles rosarinos para informarles que el Papa les había dejado un mensaje.
“Fueron apenas dos minutos y medio” calculó el sacerdote, quien aseguró que “él tiene presente nuestro trabajo pastoral. Su corazón es tan grande que me contestó en menos de 24 horas una carta que le envié este domingo. No podía creerlo. Se me hizo un nudo en la garganta. Me sorprendió tanto la llamada, que no sabía si decirle Jorge o su santidad” explicó a El Tribuno.
La carta enviada a quien era arzobispo de Buenos Aires mientras Pezet era sacerdote de la parroquia Santa María, del porteño barrio de Caballito, fue respondida con inmediatez, lo que significa mucho para la comunidad y su sacerdote.
“Me preguntó cómo estaba en Rosario de Lerma y mi trabajo en esta comunidad y en los cerros. Él tuvo que ver con la llegada del padre Chifri Moroder y la mía a Salta”, contó.
Luego precisó que la llamada tuvo que ver “con una sugerencia personal que me atreví a decirle en la carta que le envíe. Por supuesto que no contaré la sugerencia. Pero al final pidió que recemos por él, mandó saludos y se despidió muy cordialmente, como siempre lo hizo”, afirmó.
Pezet recordó que “yo conocí a Jorge Bergoglio en 1992, en la época en que me ordené sacerdote. Nosotros no lo conocíamos en Buenos Aires, hasta que el papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de la capital. Antes, por ser jesuita, había estado en distintos lugares del país y de Sudamérica. Con el correr de los años, en el 2008, le pedí permiso para venir a Salta. Él me dijo ‘anda hacer experiencia, después de un mes vení y hablamos’. Y el 6 de mayo del 2009 llegue para establecerme definitivamente en Rosario de Lerma”.
Una historia de fe y milagros
El padre Alejandro Pezet fue testigo de un hecho conmovedor y pocas veces visto. En 1996 daba misa en su iglesia de caballito cuando encontró una hostia tirada en un candelero. Al ponerla en un vaso con agua, comenzó a sangrar.
Esta manifestación o signo eucarístico, analizada por científicos norteamericanos, hizo que Pezet fuera enviado por el entonces cardenal Bergoglio a la parroquia San Antonio Padewski, en la ciudad de Sokolka, Polonia, donde otra hostia había sangrado. Allí el sacerdote colaboró con los estudios, que comprobaron que en ambos casos se trataba de carne y sangre humanos, y de un corazón que había sufrido traumatismos. Hasta el momento la Iglesia mantiene en reserva este fenómeno.

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