El equipo brasileño ganaba bien el partido, se había impuesto por dos a cero en los primeros cuarenta y cinco minutos, pero el partido no pudo finalizar como corresponde. En el entretiempo, los jugadores de Tigre fueron agredidos y amenazados con armas (se la mostraron al arquero Damián Albil) cuando ingresaban al vestuario visitante del estadio Morumbí. Allí se produjo un incidente en el que fueron heridos varios futbolistas, por lo que el cuerpo técnico que encabeza Pipo Gorosito decidió no salir a disputar el segundo tiempo. “Hay jugadores lastimados. Liberaron la zona y sacaron dos revólveres. No se juega más”, salió a declarar el director técnico del equipo argentino, indignado por la situación que les tocó atravesar.
El equipo brasileño junto a la terna arbitral, encabezada por el chileno Osses, esperaron alrededor de media hora en el campo de juego y luego de ese tiempo el juez del encuentro decretó el final del partido, con lo cual San Pablo dio la vuelta olímpica y recibió la premiación.
La Conmebol, por su parte, se desligó de los incidentes denunciados por Tigre, pese a la sangre que quedó reflejada en las paredes, a través de la TV, y dieron el título de campeón de la Copa Sudamericana a San Pablo pese a que faltaba jugar un tiempo.
El secretario ejecutivo de la Conmebol, Francisco Figueiredo, dijo que, como no había tiempo para jugar el tiempo que faltaba, se procedía a la premiación y que el partido no se suspendía sino que se terminaba con la victoria de San Pablo.
Tras conocerse la bochornosa consagración, todo el Morumbí estalló en festejos, mientras el plantel de Tigre masticaba bronca en el vestuario.