El hallazgo de estos restos había generado una gran conmoción en Salta y el país, pues se especulaba que aquellos huesos humanos desperdigados en la alameda de Cafayate podían pertenecer a la diseñadora María Cash, sin embargo, esa posibilidad quedó descartada un mes después tras un cotejo de ADN.
Por meses, se sucedieron hipótesis y se realizaron innumerables diligencias tendientes a identificar los restos de la mujer hallada. Peritos locales y del Equipo Argentino de Ciencias Forenses trabajaron en busca de sumar datos que permitieran reconocer a la mujer, pues hasta ese momento sólo se había podido establecer que los restos pertenecían a una mujer, y que la misma había sido asesinada entre los primeros días de enero.
La investigación del caso fue dirigida por el juez Formal 5, Pablo Arancibia, quien una vez que obtuvo el padrón genético de los restos abrió el paso a numerosos pedidos de cotejos genéticos con personas desaparecidas, tanto de Salta como del resto del país.
Así fue como la semana pasada, y a instancia de un pedido del fiscal Marcelo González, de Catamarca, el juez Arancibia le pidió a los especialistas del Servicio de Biología Molecular del CIF la realización de un estudio de cotejo genético.
El estudio estuvo en manos de la genetista Alejandra Guinudinik, quien había participado del procesamiento del patrón genético de los restos. A diferencia de los estudios que se solían remitir al Servicio de Huellas Digitales de la Universidad de Buenos Aires, esta vez los resultados del estudio llegaron al juez en menos de una semana.
El cotejo genético entre la muestra de un hijo de Isabel Escalante y el patrón de los restos hallados en Cafayate dieron una similitud del 99,99 por ciento, lo cual le permitió al juez tener por seguro que los restos pertenecían a la mujer catamarqueña, quien se hallaba desaparecida desde el 14 de enero, fecha que coincide con la data de muerte hecha por los peritos.
Lejos de develar con ello el misterio, el juez envió rápidamente a Santa María de Catamarca una comisión policial de Cafayate con la misión de detener al marido de Escalante, quien era el principal sospechoso del crimen, puesto que la mujer radicó varias denuncias en su contra por violencia familiar.
La detención fue confirmada ayer a la mañana al juez, razón por la cual recién se liberó la información que ahora vuelve a sacudir al país por el desenlace que tuvo el hallazgo de los restos óseos humanos hallados a la vera de la ruta 68, en el acceso a Cafayate.
Oscar Pereyra, hijo de Escalante, denunció la ausencia de su madre el 24 de enero. Al desaparecer, la mujer tenía 50 años y por seis meses su vida fue un misterio que para la Justicia salteña sólo tenía un número, el 47930/12, el número de expediente.
Lo que se sabía de ella se reducía a un esqueleto, anteojos de sol, un anillo de poco valor, un calzado desgastado, un pantalón de jean de origen brasileño y una blusa deteriorada. Una de las lineas investigativas apuntó a que la desaparición de Escalante, guardaba algunas aristas llamativas, como por ejemplo el relato de los hijos sobre la última vez que vieron con vida a su madre. Pereyra contó que el 14 de enero, su madre viajó a Cafayate para retirar del hospital local los resultados de una biopsia.