Todo ocurrió, aproximadamente, a las 16, en una cancha de fútbol lindante a la de rugby, cuando, de repente, se armó una batalla campal entre los dos equipos que se estaban enfrentando. Uno de los jugadores sacó un cuchillo y amenazó con agredir a su rival. Este, lejos de amedrentarse, corrió hacia un costado del campo de juego, y de un bolso extrajo un revólver e hizo un tiro al aire para que las cosas se calmen. Nada de esto pasó. Al contrario, otro de los individuos que se encontraban en la cancha de fútbol sacó de entre sus ropas un arma y apuntó en forma directa a aquel que había disparado primero. Fueron en total 7 detonaciones.
El pánico, en forma inmediata, se apoderó de todos los asistentes que estaban disfrutando del partido de M-19 de rugby, quienes comenzaron a gritar. Los más chicos estallaron en llantos, y los más grandes se tiraron cuerpo a tierra debajo de la tribuna. Todo se desarrolló en cuestión de segundos, pero para ellos pareció una eternidad.
